Nueve temporadas nos dejó 'X-Files'

Hay muchos críticos, sobretodo europeos, que dicen que el mejor cine de EEUU se está haciendo en la televisión. En parte, llevan razón. Series como Los Soprano, Lost, House o The Wire han irrumpido en el panorama social con muchísima fuerza. Tanto es así, que el principal motivo de la huelga de guionistas fue el cómo repartir los beneficios que reportaban la comercialización de estos productos en DVD.

Sin duda, para llegar hasta este punto se tuvieron que dar muchos pasos. Uno de ellos, quizá el más importante, fue el de Expediente X. Lo que más me sorprendió de esta serie fue la capacidad de renovación que presentó en las dos últimas temporadas. Mientras que los argumentos se iban cerrando, los guionistas tuvieron la capacidad de crear historias nuevas e independientes, innovando en cada capítulo.

Nunca vi X-Files mientras se emitía por televisión (Tele 5, si no recuerdo mal). Un día del 2007, más de un lustro después de que concluyera, decidí iniciar la ardua tarea de tragarme todos los capítulos. Terminé un año después. En el camino deje nueve temporadas y una película, -la segunda aún no he podido verla-.

Pero si tuviera que decidirme por una temporada, sin dudarlo sería la sexta. En ella comienza un periodo de experimentos audiovisuales que se extiende hasta el final de la séptima -seguramente por el agotamiento de la historia principal, ese amor que es y no es entre Mulder y Scully-.

Y que decir de la fidelidad de los actores a la serie. No sé si hubo enfrentamientos entre ellos y los productores, pero el cierre de la novena temporada es lo menos que se podía esperar. Encontramos a todos aquellos que nos hicieron vibrar para lo bueno y para lo malo. Y hasta el subdirector Kesh muestra un resquicio de benevolencia.

Uno de los primeros diálogos importantes de Expediente X se producía cuando Mulder y Scully se conocían en un hotel. Así termina la historia, igual que empezó. Ella, con su melena pelirroja acariciando la almohada. Él, en el suelo, suspirando por la verdad -The truth is out there-. Palabras después, abrazados en un motel de mala muerte, hallaban el consuelo de su destino en aquel que siempre tuvieron cerca.

Cabecera de la serie:


'W', de Oliver Stone

Puede que el mejor Oliver Stone haya vuelto, puede. Al menos su crítica narrativa parece regresar el próximo 17 de octubre, día de estreno de W. En esta ocasión, el reconocido director -autor de obras como Platoon (1986), JFK (1991) o Nacido el 4 de julio (1988)- retrata la vida del actual presidente de los EEUU: George W. Bush.

Primero tuvo que demostrarle al mundo su inconmensurable amor a la patria en World Trade Center (2006). Ahora, dos años después, con un tráiler que no tiene desperdicio -yo estoy deseando ver si el Sr. Aznar también sale en la cinta y se repite esa foto de las Azores-, Stone quiere volver al irascible análisis político.

Esta biografía no autorizada dará mucho que hablar. Mientras tanto, el avance:

Más estética made in Burton: 'Sweeny Todd'

Los diez primeros minutos de una película son fundamentales para introducir al espectador en la historia, hacer verosímil lo increíble y ficticio. Ahí está el fallo fundamental de Sweeney Todd (2008). Tim Burton flojea en el comienzo y, aunque remonta poco a poco a lo largo del film, no se puede olvidar que durante los instantes iniciales quisimos dejar de ver la cinta. ¡Apaga y vamonos!, dijimos.

No se puede ser cruel con este genio del séptimo arte y con su intento de recuperar el estilo de Sleepy Hollow (1999). Pero algo no funciona. Aunque extremiza la violencia y el uso de la sangre, no consigue dotar al argumento de esa ironía cautivadora.

Tim Burton juguetea con su estética decadente -cuesta decir que es típica de él, aunque sea verdad, porque suena a costumbrista y no es así- y atraviesa los moldes establecidos por él mismo. No existe esa naturaleza muerta tan habitual y toda la historia se desarrolla en un escenario limitado por las calles de Londres.

Es una película lo suficiente aceptable para verla, pero sólo aporta un punto continuista a la obra del cineasta. Por supuesto, Johnny Deep vuelve a su inconmensurable capacidad interpretativa. Cautivador y arrogante, el actor arrasa ante las cámaras.

Que sea un musical es lo de menos, porque la historia se mantiene dentro de la realidad ficticia de Burton. Cada canción se adapta al contexto y no se abusa, como en Moulin Rouge (2001), de las inconexiones argumentales para dar juego a coreografías o enfrentamientos entre personajes.


Trailer de Sweeney Todd:


Desde 1993, caminando entre dinosaurios

En 1993 el público pudo asistir en las salas al auténtico nacimiento de los efectos especiales. Jurassic Park fue una verdadera revolución, el inicio de la era digital en la que nos encontramos. Además, no fue un simple cameo para probar la potencialidad del nuevo descubrimiento, sino que el genio Spielberg apostó por un guión original y creó una de las más importantes obras cinematográficas de finales de siglo.

Tras una aceptable segunda parte, El mundo perdido (1997), en 2001 vimos Parque Jurásico III y, para el año 2009, se espera la última entrega: Jurassic Park IV: The extinction -más conocida por su abreviatura comercial JP4-.

La apuesta de Spielberg (en labores de producción) ha sido muy fuerte. El guión de esta última parte ha sido elaborado por William Monahan -ganador del Oscar a mejor guión adaptado por Infiltrados (2006)- y John Sayles -The Spiderwick Chronicles (2008)-; y en la dirección vuelve a repetir Joe Johnston.

En cuanto a los actores, Richard Attenborough regresa y dará vida al simpatico abuelo John Hammond. Y, también, la aguerrida paleontóloga de la cinta inicial: la Doctora Ellie Sattler (Laura Dern).

La obra original consiguió que toda una generación coleccionara cromos de dinosaurios y se apasionara por la era Jurásica. Desde entonces se ha ido diluyendo ese frenesí, pero siempre estamos a tiempo de recuperarlo.

Como olvidar al Tyrannosaurus Rex a través de la ventanilla de un coche o ese ojo de buey de la cocina empañado por el aliento del Velociraptor. Parafraseando al Doctor Hammond: "Welcome to Jurassic Park".

Trailer de Jurassic Park:

Los malos, malísimos

La página web estadounidense Hollywood.com ha publicado una lista con los diez villanos más destacados de la historia del celuloide. El primer puesto, merecido sin duda, es para Darth Vader. El tiempo no pasa para él y ya han transcurrido 31 años desde que hiciera su primera aparición en La guerra de las galaxias (1977).

Anthony Hopkins ocupa la segunda posición -por su interpretación de Hannibal en El silencio de los corderos (1991)- y el último escalón del podio es para Louise Fletcher, por su papel de enfermera absolutista en Alguien voló sobre el nido del cuco (1975).

En la lista se ha colado un inesperado Javier Bardem, por su desquiciante Anton Chigurh en No es país para viejos (2007). No en vano le dieron el Oscar a mejor actor secundario, aunque seguramente podría haber luchado por el de protagonista

Los villanos se completan con el sobrevalorado Lord Voldemort -en serio, ¿cómo puede estar este hombre aquí?, ¿marketing?-, la bruja del Oeste de El mago de Oz (1939) de Victor Fleming, el reconocido doctor Maligno de Austin Powers(1997), Stansfield, el policía corrupto de Leon, El profesional (1994) y Hans Gruber, el cerebro del grupo terrorista que pone en jaque a Bruce Willis en la primera entrega de La Jungla de Cristal (1988).

La décima posición es para un personaje que aún no se ha podido ver en las pantallas españolas, pero que lleva tiempo apuntando fuerte. Tras su repentina muerte, muchos querían evitar su aparición en The Dark Knigth, pero lleva -por lo que parece- desde el 18 de julio convirtiéndose en un nuevo mito en los EEUU. Heath Ledger, con su papel de Joker, cierra la lista.


Trailer de No es país para viejos (2007):

Veinticinco años sin Buñuel

Este martes se cumplen veinticinco años de la muerte de Luis Buñuel, del genio del surrealismo. Cinco lustros son mucho tiempo, pero la magia del cine consigue que sus películas estén aún muy presentes en el imaginario social.

Ese corte transversal al ojo de la sociedad -Un perro andaluz (1929)- no es más que la representación alegórica del siglo XX. Como adelantándose al futuro, quiso demostrar el poder de lo visual y, para ellos, se adentró en lo más profundo del subconsciente humano. Navegó por los deseos sexuales, por los 'loisirs' del vanguardismo francés y recordó a Dalí que el heroísmo artístico no se pierde con la edad. Transformación y confrontación fueron los lemas esenciales de su vida.

Imprescidibles son y serán obras como La edad de Oro (1930), Hurdes, tierra sin pan (1933) o Viridiana (1961).

Este aragonés, nacionalizado mexicano e institucionalizado francés, fue el primer director español en recibir un Oscar: en 1972 por El discreto encanto de la burguesía. Además, su filmografía comienza con los mismísimos orígenes del séptimo arte, cuando éste empieza a conformarse como un género en si mismo, como un nuevo medio de expresión.

Explicate Shyamalan, por favor

Tras ver el horrible film El Incidente (2008), rebusqué por los recónditos escondrijos de la web para encontrar algún porqué otorgado por el propio director: M. Night Shyamalan. Tras escucharlo atentamente, sigo sin entender cómo se puede encontrar algún tipo de atractivo en esta película.

Por mucho que se explaye en la idea de esa terrible naturaleza que 'nos ataca', no hay ningún matiz dramático en sus palabras. Si no se puede narrar de manera atractiva, ¿qué esperar de la cinta?

"¡A toda hostia, neng!"

La web británica Pearl & Dean acaba de publicar los resultados de una encuesta en la que preguntaba a sus lectores sobre las persecuciones más impactantes del mundo del cine. En primer lugar ha quedado la famosa persecución de tres Mini Cooper por las calles de Turín en la conocida The Italian Job, pero la versión protagonizada por Michael Caine en 1969 -no el remake del 2003-.

La segunda posición la ocupa una escena, con bastentes tintes cómicos, de The Blues Brothers (1980). Y para cerrar el podio, se cuela una secuencia de la era de los efectos especiales, la única del siglo XXI: El caso Bourne (2002) -donde Matt Damon persigue a los malos en el mismo coche que lo hiciera a finales de los 90 Michael Caine, pero en este caso en París-.

"¡A toda hostia, neng!"

The Italian Job:




The Blues Brothers:

El alter ego de Truffaut a la carrera

Si alguien no ha visto Los cuatrocientos golpes (1959) de Truffaut que la alquile, compre o descargue, que se siente delante de una pantalla y observe el pasar melódico de las escenas. El suave tintineo del arte, culminado en una de las secuencias más bellas de la historia.

A la carrera, Antoine Doinel, el alter ego del director francés, interpretado por un espléndido Jean-Pierre Léaud. ¡Ay!, si le hubiéramos hecho caso a Hitchcock cuántas obras maestras se habrían perdido -malditos genios de la incosciencia, tan perfectos en su imperfección-.

Tantos le han rendido homenaje a esta cinta, que sería insuficiente un sólo post. Entre las últimas películas que vi, Salvador (Puig Antich) dirigida en 2006 por Manuel Hurga, en cuya escena final rememora los metros del protagonista más conocido de la 'nouvelle vague'.

La muerte es un accidente

"La muerte es un accidente, y aun así los hombres la conocen y la aceptan, es una violencia indebida", escribió Simone de Beauvoir (1908-1986). Ante esta afirmación, lo habitual es postrarse de rodillas y alabar el raciocinio intelectual francés. ¡Cantemos a la revolución de la vida!, dirían algunos. Pero no todos se enfrentan igual al conformismo clacisista. Algunos optan por la transgresión, por combatir a la violencia con sus mismas armas. ¿Y si mostramos la irracionalidad de la violencia basándonos en su propia esencia?

Engendremos violencia, quiso comprender Haneke, quien no ha parado desde ese día. La Pianista (2001) es otra muestra del cliché neurótico que embarga al aleman. El regusto por lo prohibido, por mostrar en la gran pantalla lo que nadie se atrevió.

Este tipo de director es como el John Wayne más aguerrido del western americano: tiene que enfrentarse continuamente a una crítica resabida, llena de culturetas, de gente que olvidó hace tiempo qué es disfrutar en un sala de proyecciones. En esta ocasión, los 'gilipollas' del momento dijeron que qué sentido tenía hacer de nuevo Funny Games (1997). ¿Por qué repetir lo mismo?

En mi caso lo agradezco. No tuve la oportunidad de ver en el cine esta película, me tuve que conformar con la pantalla de mi ordenador. Ya entonces me sorprendió, me desgarró y se convirtió en uno de mis filmes de cabecera. Siempre la recomendaré. Es furia, es impacto y resentimiento. Es asco a la sociedad burguesa alemana y a los nuevos ricos que ha generado el consumismo.

Adoro la teoría idealista del asunto. Aquella que expone que Haneke decidió dirigir él mismo el remake de 2007 para no desvirtuar su obra, para mostrarla al nuevo público tal y como él la concibió.

¿Que por qué repetir lo mismo? ¿Que por qué repetir el arte? Se responde sólo. Acudí a la sala y disfruté como hacía tiempo que no lo hacía. ¡Joder!, si algo es bueno porque no verlo varias veces. Es cierto que no es innovador en 2008 hacer una película exáctemente idéntica a una de una década atras, pero por eso no deja de ser buena. Es irracional adorar la versión de los 90 y criticar la de ahora.

Disfrutad, genios de los medios, criticad y disfrutad. A veces, vosotros sois los únicos que carecéis de sentido.

Horrible Roth

A Tarantino le bastó con poner su nombre de productor junto a los créditos, para convencer a medio mundo de la grandeza del director Eli Roth. Hostel (2006) es una mala película. No vale ningún análisis profundo para descubrir algo que se observa a simple vista. Un ritmo lento acompañado por una técnica aburrida, previsible y demacrada. El método de la sangre, ya utilizado en otros filmes, no basta para reavivar un género que murio hace años. Las películas de terror adolescente, y esta es una de ellas, han pasado a la historia, siendo quizá la primera entrega de Scream (1996), la que pone punto y final a un estilo devaluado hasta el más no poder.

Muchos cinéfilos echan de menos la estética de Tarantino -desaparecido desde su segunda parte de Kill Bill (2003)- y quisieron ver en esta obra una nueva entrega de este afamanado director. A su vez, la publicidad funcionó como nunca, acrecentando esa idea falsa de considerar a Eli Roth -con tan sólo una película a su espalda, Cabin Fever (2002)- como el sucesor del cine tarantiniano. No sólo no lo consigue sino que parece incapaz de dar a la cinta un argumento y un desarrollo coherente.

Resumiendo: sexo y sangre es la fórmula que explota este film. La primera parte de la película nos muestra a tres mochileros (un poco mayores para dedicarse a hacer el interrail) que recorren Europa en busca de fiesta y, sobretodo, mujeres. La historia girará, por tanto, en torno a los encuentros sexuales que Amsterdam les ofrece. Allí conocen a un extraño personaje que les anima a conocer Eslovaquia, donde, según él, las chicas más sensuales desearán acostarse con ellos por el mero hecho de ser américanos. Dicho y hecho, allí se plantan y todo empieza a torcerse. Los personajes empiezan a desaparecer y la sangre aparta al sexo para hacerse con el protagonismo de la película.

A todo esto hay que sumarle una ambientación donde los eslovacos no salen muy bien parados, mostrándose un país anárquico, corrupto y donde los niños forman grupos delictivos que protegen a las personas a cambio de chicles. Suena ridículo pero es que la película lo es en si misma. Un autentico bodrio que te plantea el volver a pagar dinero por ir al cine.

Eli Roth y su Hostel fueron el último grito (nunca mejor dicho) de cine gore, algo que atrae hasta cierto punto. El sexo vende, la sangre también, y ambos juntos son imparables. Este director hizo dinero (así lo demostraron las taquillas) pero no hace honor al cine y a su consideración como el séptimo arte. De todas formas, desde Eslovaquia: Bon Voyage.

Vuelve el Sr. Bond

En 1962 empezaba una de las mejores series cinematográficas que ha generado la era del séptimo arte. Terence Young presentaba Dr. No, protagonizada por un excepcional Sean Connery. Desde ese año y hasta ahora han pasado más de cuatro décadas y 21 películas.

Aunque cada film presenta un nivel artístico diferente, con auténticos bodrios, son indispensables para entender el entramado ficticio de la última mitad del siglo XX. Sólo el Sr. Bond puede protagonizar una escena en la que, mientras cientos de soviéticos le disparan, coge una motocicleta, dirigiéndose con ella a toda velocidad hacia un barranco, desde donde salta, se introduce en una avioneta, mata al malo y a volar.

Para este año se prevee el estreno de la enésima entrega de este héroe del espionaje: Quantum of Solace. El trailer acaba de salir. Por ahora, en inglés.