Un lentísimo Van Sant nos condenó con 'Elephant'

Existen varias formas de empezar un post. De hecho, algunas de ellas están tan utilizadas que son simplemente monótonas. Por ejemplo, el acudir al diccionario de la RAE y comenzar con una definición que nos aporte el hilo a seguir durante el artículo. Es sólo una muestra, pero...por qué no decirlo: es la que voy a emplear en este caso. Corro a la web de la organización, tecleo sus letras e introduzco el término "sobrevalorar". ¡Ay!, su respuesta es demasiado evidente: "Otorgar a alguien o algo mayor valor del que realmente tiene". Pues bien, cuando me enfrento a Elephant (2003) de Gus Van Sant esa palabreja no deja de repetirse en mi cabeza.

Es cierto que la película tiene una impecable factura, que la fotografía es deliciosa y el juego de colores asfixiante. Pero el montaje cansa, esos planos secuencia tan largos aburren e irritan, sobretodo si tenemos en cuenta que el diálogo es escaso -por no decir que está visceralmente ausente-. Me explico más. Me aburre porque es lenta, demasiado lenta apuntaría. Y me irritan los personajes, todos y cada uno de ellos: me provocan un rechazo absoluto, empezando por el rubísimo con la camiseta del toro de Osborne. En serio, desee durante los ochenta minutos que se alarga la cinta que fuera el primero en recibir un disparo.

La historia está basada en la matanza ocurrida en el Instituto Columbine, en Colorado. Y Van Sant nos muestra los acontecimientos desde los propios ojos de los protagonistas. Todo rodado con una sola cámara, aunque ciertas escenas se repiten desde diferentes angulos, desde distintas miradas. Con este instrumento avanza tricotando el metraje con continuos juegos temporales: saltos al pasado y al futuro o paralelismos narrativos. Todo para contarnos poco, muy poco.

Por buscar dobles sentidos que no quede. Escudriñemos parábolas y metáforas escondidas, hablemos de una oda existencialista, del vacío adolescente o de la violencia sin sentido. Tratemos la posesión de armas en los EEUU, la bulimia, los videojuegos o el bullying. Pero a ver, ¿en serio? Este film es un instrumento experimental que se queda en poco más. No entiendo esa Palma de Oro en Cannes.


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