Alrededor de FFG

El documental es el género más fascinante desde un punto de vista psicológico. El espectador acepta como verdad todo aquello que se le cuenta, es decir, el cine se convierte así en uno de los instrumentos más útiles a la hora de conducir la opinión. No es de extrañar, por tanto, que lo utilizara Riefenstahl en su día -absolútamente recomendable El triunfo de la voluntad (1935)-.

Pero no son esos lares a los que me dirijo, sino a un juego más peligroso: la dificultad de aunar géneros. Si las posibilidades del documental las utilizamos para potenciar la entrevista, puede que el resultado final sea bueno o malo -y todo dependerá de las capacidades del protagonista-. Es el caso de La silla de Fernando (2006), de David Trueba y Luis Alegre.

Esta cinta funciona gracias a la potente personalidad de su único personaje, Fernando Fernán Gómez. Los directores han sabido arrastrar hasta la pantalla la esencia del actor y es lo único que se necesita en este caso para mantener la atención del espectador.

La película no es más que una hoguera, en donde los niños se sientan alrededor del abuelo para escuchar sus historias: fobias, recuerdos, mala vida, etc. Es quizá la técnica más antigua -desde la prehistoria- sólo que en este caso no es un cualquiera. Por supuesto que la capacidad narrativa y expresiva de FFG también ayuda (y mucho).

La costumbrista New Jersey: Los Soprano

La televisión ha sido considerada como el invento clave del siglo XX, un punto y aparte en la historia moderna de la humanidad. Como todo, el dinero la ha corrompido y sus contenidos han ido perdiendo moralidad y calidad.

Pero siempre quedan resquicios al margen del imperialismo de Don Dinero. Como si se tratara de una aldea gala liderada por Uderzo, Los Soprano interrumpieron en 1999 para dar un puñetazo en la mesa y "Darle una patada en el culo" -como diría Tony Soprano- a toda la telebasura mundial.

La realidad está empezando a darle la razón a los críticos, que decían que para ver buen cine no hace falta acudir a una sala, sino que la caja tonta pone a disposición del espectador un sinfín de series que superan el nivel medio de la cartelera de más de la mitad de los fines de semana del año. No mienten, desde luego.

Sería injusto generalizar y establecer un nuevo dogma de fe al respecto, pero no por ello hay que dejar de ensalzar el buen trabajo de los guionistas estadounidenses.

Una de las peculiaridades de Los Soprano es que rompe con la sobreexplotada fórmula del suspense de las teleseries. Los capítulos no finalizan en el momento en el que un hecho trascendental para la historia va a ocurrir -no es Lost, Prision Break o Heroes-, sino que la tensión se logra explotando otras fórmulas.

Las seis temporadas -la última es doble- narran lo más banal de la mafia de New Jersey. Para ello, se le dota de una visión costumbrista. La historia arranca con una leve presentación del jefe del hampa de la zona. James Gandolfini interpreta a Tony Soprano, un hombre arrogante, engreído y follador, que se da cuenta un día de que él es tan vulnerable como cualquier otro -de ahí a una depresión y a la psiquiatra-.

Carlos Boyero, crítico de El País, la definió como una de las 10 mejores películas del séptimo arte. Yo no me atrevo a ello, no porque no me lo parezca, sino porque apuesto por la irrupción de un nuevo género dentro del cine. Si ya se habla de los telefims, porque no pensar en la independencia de las nuevas formas de expresión que las series explotan.

Aunque era muy difícil mantener la calidad durante los 86 capítulos, los guionistas lo consiguieron. Además, regalaron al espectador un sinfín de planos bellísimos -y no escatimaría nunca en elogios a la fotografía de la serie-, oscuros y llenos de metáforas.

Los Soprano es una serie de contradicciones, del enfrentamiento entre las eternas dos caras del hombre. Un ejemplo claro. Todos los personajes se saludan con dos besos -claro símbolo de aprecio y respeto-, pero cada protagonista es capaz de anteponer sus propios beneficios a la vida de los demás. Aunque siempre hay una excepción: La Familia -pero esta regla también se rompe-.

Esta serie ha demostrado que el arte no entiende de soportes o géneros, de formas de expresión e impresión. Los Soprano es un homenaje a la vida -aunque haya que entenderlo desde la temática más recurrente, la muerte- y, sobretodo, es un alegato a la lucha por quebrar el destino. "Quedémonos sólo con los buenos instantes", concluye Anthony.


Bailar pegados, ¿es luchar?

Cómo comenzar un nuevo post cuando sólo me queda un capítulo para terminar una de las mejores series que he visto en mi vida: Los Soprano. No quiero extenderme a la hora de ensalzarla, pues sus seis temporadas ya tendran su correspondiente crítica -cosa que prometo hacer con gusto-.

La despediré con pena. De hecho, ahora mismo me embarga un sentimiento contradictorio: quiero disfrutar de las últimas pinceladas de esta obra, pero detesto la idea del punto final. Aunque los más profanos dirían que qué le vamos a hacer; yo ya he puesto medidas al asunto y me he hecho con The Wire. Señores, las críticas a esta serie también son inmejorables. Apunta alto.

Pero todo a su tiempo. Antes de adentrarme en la mafia, viajemos hasta la India. ¿Quién no conoce Bollywood? Este termino ya es lo suficiéntemente conocido como para ahorrarme una explicación. La cuestión auténtica por la que lo traigo, tiene que ver con un video que me he encontrado navegando por la red.

La muestra de un Superman y un Spiderman (o woman) bailando me genera carcajadas y provienen del patetismo que desprenden. Y por cierto, estas imágenes me recordaron a la serie de Batman de los 60. ¿Por qué sera?

La mejor 'Sintonía'

Hay varias pautas que son indispensables a la hora de hacer un buen cortometraje. En primer lugar, hay que comprender los patrones que lo diferencian de un largo. No sé puede narrar en diez minutos lo mismo que en noventa y, por ello, es imposible crear una mini-película con la tradicional fórmula: introducción-nudo-desenlace.

Además, el cineasta tiene que buscar un punto de originalidad y, una vez encontrado, explotarlo de manera extravagante y explosiva. Hacer de éste la bandera del film. Es entonces cuando podemos lograr algo notable. No podemos conformarnos con una narración lineal de unos hechos. No consiste en eso.

Es como si comparáramos un cuento con una novela. El primero es un género por si sólo y, como tal, posee instrumentos propios que hay que saber manejar. Si extrapolamos esta comparación al séptimo arte, podemos comprender mejor esta relación 'corto-largo'.

Es el caso de Sintonía (2005). Esta cinta de José Mari Goenaga -premiada en el Curt Ficcions de Barcelona- enarbola el guión. Lo instrumentaliza de manera preciosista y cuenta una historia bastante curiosa, que consigue enganchar al espectador.

El director no se limita a relatar unos hechos, sino que empuja al público a adentrarse en la historia. En la película no importa el final o el porqué los personajes están en la situación que se nos plantea. Lo que nos atañe es conocer los impulsos de los protagonistas, qué hacen y qué les empuja a ello. Es una invitación a la reflexión sobre el comportamiento humano y, como siempre, no hay mejor punto de partida que el amor.

Tráiler de 'Dejad de quererme'

Uno de los grandes acontecimientos del cine francés de este 2008 ha sido Deux jours à touer -traducido al español como Dejad de quererme-. Su director, Jean Becker, es el autor de otras obras de reconocido prestigio, como Elisa (1995) o Conversaciones con mi jardinero (2007).

La película que presenta ahora apuesta por la ironía como instrumento para la crítica social. Reta al espetador a un juego de contrastes entre la necesidad de estar solo y de ser amado. En este sentido, la cinta ha causado tal impresión en el país galo, que son numerosos los foros de internet que analizan cada detalle del metraje.

Todo en el film apunta maneras, inclusive el tráiler:

Una apuesta fallida a la hora de innovar en el género

Empieza con un ritmo trepidante y promete grandes cosas, pero Hancock (2008) se queda en un simple intento fallido por renovar el género de superhéroes. El director -Peter Berg- consigue un film entretenido y dirigido a un público familiar, que no tiene ningún punto en común con la aclamada El caballero oscuro (2008).

No se pueden comparar estas dos cintas porque persiguen fines absolutamente diferentes. Mientras que la primera es una cobarde apuesta por la innovación en el género, la obra de Cristopher Nolan es un thriller negro para adultos -con un hilo argumental complejo y difícil de seguir-.

Hancock es entretenida y nadie lo puede negar. En un primer momento consigue sorprender al espectador con una narración irónica, que recupera el humor histriónico de las películas de acción de los 80.

Pero la cinta va perdiendo fuerza en cuanto el público se aburre de la originalidad inicial. Durante todo el metraje nos preguntamos porqué el protagonista tiene esos superpoderes -¿cuál es su origen?- y esa cuestión es realmente la que logra retenernos ante la pantalla.

La trama se va enrevesando poco a poco y un incidente -que no desvelaremos- reconduce ese film extravagante y revulsivo que era, en una película predecible y al hilo del resto de 'superheroedadas' a las que Hollywood nos tiene acostumbrados.

En definitiva, Hancock es divertida y recomendable para pasar un buen rato. Pero... ¿Cómo competir con los dos grandes superhéroes del 2008? ¿Qué hacer contra Iron Man y Batman?

Tráiler de Hancock:

La vuelta al mundo, por un Gnomo

La vida es la principal fuente de inspiración del arte, pero a veces las tornas se cambian. Quien haya visto la fábula de Amélie (2001) -dirigida por Jean-Pierre Jeunet, autor también de Alien resurrección (1997)- recordará a un simpático personaje que no habla ni se mueve, pero que forma parte de una de las tramas más divertidas de la cinta. Hablo de aquel gnomo que se dedicaba a dar la vuelta al mundo.

Pues al caso. Hace siete meses una jubilada de Gloucester (en Inglaterra, chabacanos) comprobó desolada que su figurilla de cerámica, también de capirote rojo, había desaparecido. No le dio mayor importancia, creyendo haber sido víctima de la elegante kale borroca inglesa.

Entonces llegó la sorpresa. El gnomo viajero regresó a casa, eso sí, sin pies -debe ser por lo ajetreado del viaje-, pero con una misiva donde decía: "He llegado a la conclusión de que el mundo es un lugar muy grande y que hay vida más allá de contemplar el tráfico infernal o de soportar que los gatos (del vecindario) orinen sobre ti".

El autor de esta original broma fue un estudiante de derecho de 22 años, que recorrió 12 países -Tailandia, Camboya, China, Australia y Nueva Zelanda, entre otros- con la figura a cuestas. Pero la metafórica historia le puede costar caro, pues la policía inglesa se las gasta: "Cualquier robo en una propiedad privada, aunque se trate de una broma, debe ser considerado delictivo".

El punto optimista lo da la alegre anciana. "Es el regalo más sorprendente que he recibido", dijo, antes de añadir el maravilloso cuento que este duendecillo va a suponer para sus nietos.

¡Ay! (suspiro), el cine.

Trailer de Amélie:

La sombra del murciélago se hace eterna

La mejor película de superhéroes de la historia. El caballero oscuro (2008) es un taquillazo porque lo merece, porque es una obra maestra del séptimo arte. Ni la avanzada Superman (1978), ni la grupal X-Men (2000) -o X-Men 2 (2003)-, ni tan siquiera la renovadora Batman (1989) de Tim Burton están cerca de igualar a la obra que ha creado Cristopher Nolan (y eso que no son 'pecata minuta').

El cineasta ha logrado un metraje intenso -que consigue la no desetimable tarea de no aburrir al espectador durante más de dos horas y media- y la mejor actuación que se va a recordar de Heath Ledger. Dejando de lado vaqueros homosexuales, el actor ha conseguido actualizar la figura del villano. Ha creado un personaje aterrador, atado a la locura por el mero hecho del disfrute, y que recuerda a su mayor inspirador Malcolm McDowell de La naranja Mecánica (1972).

"El Joker puede ser un anarquista aunque dice muchas verdades y el espectador no puede dejar de sentir curiosidad por quién es", acotaba Nolan. Eso asusta. ¿Qué le puede ocurrir a la sociedad de hoy en día para sentir empatía por tal individuo? Es en ese aterrador afecto donde encontramos la diferencia de este personaje con otros como Anton Chigurh de No es país para viejos (2007).

Pero la película no termina en el Joker. Él tan sólo es una pieza más de un thriller disfrazado con capa y antifaz. El caballero oscuro no emula a las otras cintas de superhéroes y se centra más en desarrollar la idea del caos. Así aborda el psicoterror terrorista -valga la redundancia- que embarga a los estadounidenses y explota todos los recursos a fondo, para crear un drama social basado en la continua pregunta de si lo justo está siempre del lado del bien.

Nolan recupera también la esencia de Heat (1995) y le rinde un claro homenaje. Ese banquero que se atreve a empuñar una escopeta al inicio de la película no es otro que William Fichtner, uno de los secundarios de la cinta de los 90 y que ahora podemos ver en series como Prision Break.

La auténtica clave se encuentra en la creación de una película coral, donde cada personaje se lleva su minuto de gloria, donde todas las notas -qué decir de la banda sonora, excepcional- se coordinan a la perfección para aclamar al héroe que Gotham necesita: al Guardian de la Noche.

Trailer definitivo de El caballero oscuro:


Cómo suena, gladiator

En el año 2000, Ridley Scott creaba uno de los films históricos más aclamados por la crítica. El director recuperó los viejos valores que hay que ensalzar en este tipo de película y encumbró a Russell Crowe. Además, para más inri, acompañó la cinta de una banda sonora maravillosa.

Gladiator es uno de esos films que te hacen vibrar y encogerte en tu butaca. Es una perla del séptimo arte y consigue que un escalofrío recorra tu cuerpo.

Al final de la película, Juba sentencia en un alegato a la libertad: "Al fin eres libre. Nos encontraremos de nuevo. Pero no aún". Que mejor que recuperarlo con un video como este:


Tráiler de 'El niño del pijama de rayas'

El año pasado hubo un librito que revolucionó el mercado literario. El niño del pijama de rayas de John Boyne irrumpió en las librerías españolas con mucha fuerza. Eso sí, le precedía su correspondiente éxito en Irlanda -de dondo es oriundo el autor- y si traducción a más de veinte lenguas.

Como era de imaginar, su versión cinematográfica no se ha hecho esperar y ya se ha presentado el primer tráiler. Esta película tiene una ardua tarea por delante. En primer lugar, la cinta tendrá que luchar contra todos aquellos que ya han leído el libro y, por tanto, conocen el final. Esto supone que el film va a tener que sorprender por otros lares, es decir, fomentando otra de las cualidades de la historia.

La obra de Boyne tenía un fallo fundamental: intentaba ser una fábula -estilo Amélie (2001)- pero no lo conseguía. Si el director, Mark Herman, potencia esa facultad y la convierte en la auténtica protagonista; entonces, tendremos algo. Si no, vamos mal.

De todas formas, el próximo 26 de septiembre lo descubriremos.

Trailer de El niño del pijama de rayas:

¿Regresa Mike Myers?

Te puedes llevar más de una sorpresa cuando das una vuelta por el elenco de actores que doblan las películas de animación en EEUU. Es el caso de Shrek (2001). Perdonad mi incultura, pero cómo imaginarme que era Mike Myers quien ponía voz al ogro verde.

Sí, así es, ese actor tan conocido por su papel de Austin Powers. Aunque realmente, reflexionando, las películas de este hombre han marcado época en la conocida como Generación Y -aunque yo prefiera autodenominarnos Generación PlayStation-, es decir, los nacidos desde 1982 hasta 1994.

Así, según ha publicado la página web estadounidense Nikki Finke's Deadline Hollywood Dailiy, el actor británico prepara la cuarta entrega de la saga. Aún se desconoce el argumento o para cuándo estará lista, pero sí se sabe que el guión lo está elaborando con Mike McCullers, quien ya participara en las dos últimas partes.

En primer lugar, hay que dejar de lado la tercera, El miembro de Oro (2002), un verdadero bodrio. Pero la primera entrega de este pseudo James Bond -Austin Powers: Misterioso Agente Internacional (1997)- tuvo algo de encanto, y La espía que me achuchó (1999) rompió todas las expectativas.

Tal vez, fuera el doblaje de Florentino Fernández lo que verdaderamente encumbró al film. Ese voz aGilizada de Gordo Cabrón, con frases que repetirían cietos de veces los niños, como "He visto trozos de maíz en mi mierda más grandes".

Y el Doctor Maligno, qué decir de él y su pequeña réplica Miniyo. Ambos protagonizaron una de las mejores escenas musicales del cine cómico:

¿Por qué Antoine Doniel?

Si mencionamos el nombre de Jean-Pierre Léaud poca gente sabe a quién nos referimos. En cambio, empieza a sonar más si decimos que era Antoine Doiniel y explicamos que interpretaba a aquel niño que emprendía la carrera al final de Los cuatrocientos golpes (1959) de François Truffaut.

Aunque es con el director francés con quien mayor relevancia ha alcanzado -también ha participado en otras de sus películas como Domicilio Conyugal (1970) o La noche americana (1973)-, este actor tiene una reconocida filmografía, destacando sus papeles en El último tango en París (1972) o The Dreamers (2004) de Bertolucci y I hared a Contract Killer (1990) de Kaurismäki.

En esta entrevista concedida para un documental sobre su figura, Truffaut explicó el porqué había elegido a Léaud y qué lo convenció para continuar con lo que él denomina 'Le cicle Antoine Doniel'.

Pasad, 'Consulta 16'

Hay que darle las gracias a portales como Youtube o Google Videos. ¿Por qué? Básicamente porque han permitido que un género tan desprestigiado como el cortometraje reviva con muchísima fuerza. Gracias a las nuevas tecnologías, la red se ha convertido en la lanzadera por excelencia para la imaginación y el gamberrismo cinematográfico. Innovación, pruebas estéticas, etc.: lo cual se agradece mucho.

En este caso, vamos a hablar de Consulta 16 (2008) de José Manuel Carrasco -con varios premios en su haber-. El mayor acierto de esta película es su guión, que engancha absolutamente al espectador. Además, ahonda en el drama humano desde una óptica optimista y 'dulce'. Es una cinta que le canta a la vida y a la felicidad.

Cuasi-perfecto: 'Los cronocrímenes'

Le sobra media hora. Así de sencillo. La ópera prima de Nacho Vigalondo, Los Cronocrímenes (2008), insulta -en el buen sentido- al espectador. Aunque tiene la suficiente consistencia narrativa, el cineasta abusa de las explicaciones argumentales y provoca que durante cierto periodo de tiempo la cinta se haga previsible.

A pesar de esto, el film es gamberro y atrevido. Explota una estética realista heredada del cine español de las últimas dos décadas y se enfrenta a un género -la ciencia ficción- denostado por la crítica patria.

El cineasta juega con su ya utilizado -7:35 de la mañana (2004)- estilo errático, que conduce a los personajes por un estrambótico camino tan imprevisible como esperado. Es decir, conocemos el final, pero dudamos de si en algún momento la trama girará de tal manera que la incertidumbre invada todo el espectáculo montado por el director.

Lo peor de todo es la potencialidad desperdiciada. Al salir de la sala tienes la sensación de haber visto una película correcta, incluso buena, pero te recorre ese amargo regusto de saber que podría haber habido mucho más. Los límites generados por el guión se extienden al resto de la obra. Los escasos personajes -sólo cuatro- reducen el campo de acción de los sorprendentes reveses que podría ofrecer la óptica con la que Vigalondo se enfrenta a los viajes en el tiempo.

Lo mejor, que la esquizofrenia de Karra Elejalde también se deja ver. Elegir a este actor como protagonista fue un auténtico acierto, ya que su carácter paranoico e irreverente traspasa la pantalla y conecta con el público. Es el héroe imperfecto necesario para el crimen perfecto.

Tráiler de Los Cronocrímenes:

Sports and movies

El deporte ha estado siempre unido al hombre y en el cine también se ha dejado ver. Por lo general, estas películas sueles ser superfluas, pero siempre existen excepciones. Desde la nacionalsocialista Olimpia (1938) -documental de Leni Riefenstahl-, considerada una auténtica revolución estética; hasta la épica Rocky (1976).

Es precisamente esta última, obra de Silvester Stallone, la que encabeza la lista sobre las cintas deportivas más importantes de todos los tiempos, realizada por la página web Sports in Movies. El actor estadounidense fue quien escribió el guión y, tras pasearlo por varios estudios, se la vendió a la United Artists con la condición de que él mismo interpretara al protagonista. Todo un éxito: diez nominaciones a los Oscar -entre ellos mejor guión- y tres estatuillas doradas -película, director y montaje-.

También llama la atención el protagonismo del boxeo en dicha lista, pues los filmes sobre este género son numerosos: Huracán Carter (1999) -puesto número 2-, Million Dollar Baby (2004), o Rocky Balboa (2006).

Además, curiosa la inclusión de Plumas de caballo (1932) de los hermanos Marx y la ausencia de la ganadora de cuatro Oscar, Carros de fuego (1981).

Mítica e inolvidable secuencia de Rocky: