El siete no es sólo un número, 'Los siete magníficos'

El siete no es un número cualquiera. Son siete los días de la semana, siete los colores del arcoiris y siete los pecados capitales. Había siete colinas en Roma allá por su fundación y fueron siete sus reyes; y en el Apocalipsis siete ángeles harán sonar sus siete trompetas para joder a los injustos que aún osen andar sobre la faz de la tierra. Y siete vidas tiene un gato -aunque en Inglaterra digan que tienen nueve, ¡mentirosos!-. Y siete es igual que 7 ó VII. Y en el cine había siete diminutos empeñados en protagonzar Blancanieves y los siete enanitos (1937); un Kevin Spacey empeñado en teñir de sangre a este número primo en S7ven (1995); unos pocos japos en Los siete samurais (1954); Brad Pitt perdido Siete años en el Tíbet (1997); e incluso en una fiesta estaban los justos y había Siete novias para siete hermanos (1954). Maldito sea este número, que también se alzó protagonista en el film que hoy nos ocupa: Los Siete magníficos (1960).

El primer punto a favor de esta cinta, quizás el más destacado, lo encontramos en su banda sonora, obra de Elmer Bernstein. La sintonía se convirtió desde su difusión en un distintivo del film -incluida nominación a los Oscar-, en un referente del género y en la coletilla perfecta para todo gag que tenga al western como protagonista. Por su parte, la historia es muy simple: el típico enfrentamiento entre el bien y el mal, con arrepentidos, buena gente y desinteresados por un lado. Enfrente, un canalla cabronazo que perderá todo (algo que se sabe desde el minuto uno) cuando los forajidos arrastren las letras de crédito por el desolado desierto, donde se alejarán cabalgando.

Pero no nos podemos quedar en eso. El film es bueno: entretenido, divertido, con acción, revólveres, disparos y cierta moraleja. Todo lo que se le puede pedir al género. Además, con un reparto de lujo: Yul Brynner, Steve McQueen, Charles Bronson, James Coburn, Horst Buchholz, Robert Vaughn, Horst Buchholz y Brad Dexter. Ellos son los siete magníficos, los encargados de liberar a un pueblo mejicano de la opresión de una banda de malhechores, encabezada por el Calavera -Eli Wallach-.

Y más allá de que es cine comercial, de que a muchos actores no se les saca todo el jugo que tienen o de que los segundos hilos argumentales son inocuos y no aportan nada; más allá de eso, nos enfrentamos a una película que responde a los esquemas arquetípicos del género, que consigue enganchar al espectador y que le hace disfrutar. Para muchos, el último fin del western clásico; para otros muchos, el primer spaguetti western. Nada entre dos aguas en un mar tan amplio, que paso de discutir esa tontería y prefiero recordar los tiros entre forajidos.