Falta tanto que para qué tan poco, 'Los abrazos rotos'

Almodóvar supo acompasar en Volver (2006) una historia sencilla con la magia de lo sobrenatural e inverosímil. Fue un experimento sobre la credibilidad del propio cine, que resolvió de forma brillante, con imágenes cargadas de emotividad y surrealismo. Con una capacidad sorprende para repetir las tonalidades de su anterior cinta (los rojos subrayan de manera ejemplar la fotografía), el manchego vuelve con Los abrazos rotos (2009). Pero en esta ocasión, el director no compagina correctamente una buena historia -porque el fondo de la narración es bastante interesante, aunque se explota deficientemente- con la naturalidad que caracteriza y define a su cine.

La cinta decepciona de la misma forma que lo hiciera en su día La mala educación (2004). Almodóvar se repite y muestra en la pantalla algo que el espectador ya conoce, que ha visto y saboreado con anterioridad. Así, el metraje se prolonga con el regustillo amargo de lo vivido, aunque en el público sobrevive la pequeña esperanza de que llegue a visualizarse la maestría del cineasta. El problema se encuentra en un formalismo exacerbado y en el conformismo de un metraje con aristas, con personajes poco trabajados a los que nunca llegamos a conocer en profundidad.

Además -dejando de lado a la excepcional Blanca Portillo y a unas aceptables Penélope Cruz y Carmen Machi-, las interpretaciones del elenco de actores son falsas e inestables. Lluís Homar, no sabe sacarle jugo a su personaje, un cineasta ciego reconvertido a guionista. Y el resto del reparto, sobretodo Tamar Novas, sobreactúa en la mayoría de escenas; motivados en gran parte por un guión que abusa en demasía de la trascendencia de cada palabra y frase.

Por si fuera poco, lo que comienza como un homenaje al séptimo arte -con referencias a Jules Dassin o Roberto Rosellini-, termina como una auto-oda de Almodóvar. Así, el filme Chicas y maletas que están realizando los protagonistas de la cinta, es una clara repetición de Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988). Además, echo en falta la audacia e inteligencia de Todo sobre mi madre (1999) o la mordacidad de ¡Átame! (1989). Porque esta vez todo tiende al enrevesamiento, a maltratos y cuernos, a tetas y sexo, a venganza y frustración. Es como un viaje donde no satisface ni el destino ni el camino recorrido. Básicamente, porque ignoramos el sentido de todo ello.


1 comentario:

kei dijo...

tampoco me gustó mucho, pero me emocioné y alegré de los segundos que sale ángela molina. su caracterización y su actuación es 'la reaparición del año'. tanto que estoy por tirar de windows movie maker y como con jar jar binks quitar... todo el resto de la peli y dejarla solo sus escenas.