La americanada del Zorro

Al igual que Cristo en el Nuevo Testamento, el Zorro comienza La leyenda del Zorro (2005) diciéndole a su mujer Yo soy el que soy. Así, auguraba algo que ya debió pensar Catherine Zeta-Jones: esta historia está acabada. La continuación de La Máscara del Zorro (1998) empieza con el divorcio de la pareja protagonista y termina con el del público y el director. En esta ocasión Martin Campbell carece de imaginación, pues en el film se echa en falta más elementos que añadidos hay. Lo único relevante en esta secuela de capa y espada, lo hallamos en la aparición del joven Joaquín -Adrián Alonso-. Este personaje, hijo del enmascarado, regala una escena (la pelea con su profesor) lo suficientemente divertida como para salvar durante unos minutos la película. Después, seguimos aburridos.

En cuanto a los protagonistas, hay que hablar de ellos con despecho. En esta segunda entrega traicionan el espíritu que empujaba a los espectadores de la original a agarrar un antifaz e impartir justicia. Hasta el caballo, de nombre Tornado, conecta más con la audiencia que Antonio Banderas, muy lejos de ese prometedor actor español que marchó a Hollywood. Por su parte, Zeta-Jones no consigue transmitir la verdad de su personaje: es artificial y diáfana.

Por si todo esto no fuera lo suficiéntemente decadente, el personaje protector del pueblo mejicano se pone al servicio de la causa estadounidense. Durante dos horas, la cinta intenta encandilar al público sobre las maravillas de la coalición norteamericana e, incluso, me atrevería a hablar de propaganda panfletaria.

Realmente, el error de la película deriva de un guión sin fuerza, innovación o imaginación. Tal vez, tenga mucho que ver la marcha de Ted Elliot y Terry Rossio, los guionistas que elaboraron la primera parte y autores también de Shrek (2001) o La maldición de la perla negra (2003).


2 comentarios:

kei dijo...

sí, las ideas buena se quedaron para la primera (y fueron muy buenas, divertidas). ésta es tan innecesaria....

Alejandro Marcos Ortega dijo...

Hay tantas segundas partes que son innecesarias.... de hecho ésta ni la vi...