Abusos de la crítica

Empiezo bastante directo: me gusta Carlos Boyero. Sí, es así. Detesto al Carlos Boyero de Canal Plus, un tío que no tiene la capacidad comunicativa necesaria para la televisión; es lento, previsible y sin su ironía característica. En cambio, en El País -y antes en El Mundo- es diferente. Muestra una arrogancia detestable, un cinismo arrollador y una falta de respeto hacia lo que él considera un engañabobos; que lo hacen muy atractivo para el lector.

En ciertos momentos me recuerda al ingenioso Woody Allen -sobretodo en algunas respuestas que da en sus continuos foros con los lectores-, pero siempre al Dr. House. Si algún día necesita un bastón, los parecidos empezarán a ser muy razonables.

Bueno, y todo esto por qué viene. Básicamente por comentar un poco el denominado "caso Boyero" que saltó a la palestra el pasado mes de septiembre tras la Mostra de Venecia. En una carta a El País, un grupo de personas relacionadas con el ámbito cinematográfico pedía al diario que aclarara "si su postura coincide básicamente con la que se desprende de los textos de su cronista", ya que Carlos Boyero abandonó la proyección de la última película de Abbas Kiarostami. Según los firmantes de la misiva: "Una anécdota que pone en evidencia que su protagonista no sólo ha renunciado a la crítica, sino que ha faltado a su deber como informador, demostrando su falta de respeto hacia los lectores".

A raíz de esto, las discusiones en blogs -como en el de los firmantes- y páginas de internet se han multiplicado. No quiero meterme a defender a unos o a otros, porque me falta conocimiento; lo que si me voy a atrever es a contar qué pienso sobre la figura del -redoble de tambores y ¡tachán!-: critiquillo cultureta -muy del lado de los autores de la carta-. Este ser, elitista como poco, se ha criado entre el egocentrismo del autor fracasado y la creencia de la culpabilidad ajena ("son ellos, que no me entienden", gimen algunos); y defiende a capa y espada la experimentación audiovisual, el cine de minorías y los estrambóticos artistas orientales.

Acusan al resto de no ser paladines de sus cruzadas y de no comprender el "cine de autor" -¿"de autor"?, esta expresión me parece inapropiada-. Son progres y adoran ir a los cines de barrio a ver las películas en versión original y, según ellos, así deberían proyectarse en todas las salas para que el pueblo de España aprendiera de una vez inglés (como en Europa, ¡ay, y como les gusta Europa!).

Por Dios, el cine yanqui es además un insulto -¡donde se ponga Truffaut y los franceses!- y les cuesta reconocer que en Hollywood se han hecho las mejoras películas de la historia.

Bueno, ahora reseteen, todo lo dicho de este punto para arriba es ridículo y absurdo, porque me baso en clichés y estereotipos. Y ahí es donde quiero llegar. Los firmantes de la carta acusan a Boyero de ser un obstáculo para el cine independiente, lo que ellos consideran unánimemente como arte. El problema es que estos no tienen ninguna capacidad para realizar dicha afirmación, porque el arte -lo crean ellos o no- es tan subjetivo, que depende de la mirada del autor y del espectador.

Por tanto, Boyero utiliza un estilo diferente al resto -un elemento innovador que debería reconocérsele- y habla de lo que siente al ver un film, lo que le transmite. Así, nadie puede criticar una impresión.

Esta situación empieza también a marearme; porque si Boyero es crítico y los firmantes de la carta critican al crítico; y yo con este post critico a los críticos del crítico; y en los comentarios del post se critica al crítico de los críticos del crítico; y...

"Muchos críticos de hoy han pasado de la premisa de que una obra maestra puede ser impopular, a la premisa de que si no es impopular no puede ser una obra maestra"


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