Dos formas de ver las cosas

Tanto la botella como el vaso pueden estar medio llenos o medio vacíos. Los problemas tienen tanta ópticas como implicados y, si hacemos las cuentas algorítmicas necesarias, encontramos que dos contendientes nos darán dos visiones, dos formas de pensar y dos formas de solucionar los problemas. Unas más acertadas y otras más caóticas. Al fin y al cabo, es como mirar a los niños que se pelean, que fue lo que hizo Abbas Kiarostami en Two solutions for one problem (1975):


¿Se merece Penélope Cruz el Oscar?

El pasado 22 de enero, casualmente justo un año después de la muerte de Heath Ledger, la Academia anunció los nominados a los Oscar. Entre ellos se colaba, por segunda vez, Penelope Cruz, aunque en esta ocasión como mejor actriz de reparto por su papel en Vicky Cristina Barcelona (2008). Ante esta nueva candidatura -y con la euforia nacionalista de los diarios del país de fondo- sus detractores han salido a la palestra y se han cuestionado las artes interpretativas de la madrileña. Sin tener en cuenta a ningún pseudocrítico gafapastas y tras discusiones con amigos, me pregunto: ¿Se merece Penélope Cruz el premio?

Sin andarme mucho por las ramas diría que sí. En primer lugar, porque el papel que interpreta en la última película de Woody Allen es sencillamente soberbio. Su personaje consigue concentrar toda la atención del espectador y se convierte en la uténtica protagonista del film. En pocas palabras: eclipsa a Scarlett Johansson y a Rebecca Hall. El carácter neurótico y esquizofrénico que representa es demasiado atractivo para cualquier corazón propenso a infartos. Además, los juegos idiomáticos que lleva a cabo con Bardem -saltando a altas velocidades del español al inglés y viceversa- se convierten en motivo suficiente para acudir a las salas.

A pesar de esto, todos sabemos que Hollywood tiene en cuenta muchos más factores a la hora de conceder el Oscar. Los académicos de cine son tan injustos que, en numerosas ocasiones, compensan a los premiados -o no premiados- e intentan contentar a todos, teniendo demasiado en cuenta la influencia del publico. No olvidemos que es la industria la que se premia a ella misma. Pero, aún así, también Penélope tiene muchas opciones de alzar la estatuilla. Fue nominada en 2006 por su papel en Volver de Pedro Almodóvar, un cineasta venerado en la meca del séptimo arte. Y, aunque no consiguió el premio, comenzó a dejar huella en los espectadores estadounidenses, que sólo la conocen de su aborrecible periódo en Los Ángeles.

Es cierto que las películas que ha rodado en EEUU son puro cine comercial, de cuestionable calidad artística. Pero decir que es una mala actriz es dar un paso más allá. No podemos olvidar los papeles que ha interpretado en España. Comenzando por Jamón, jamón (1992) de Bigas Luna, debemos recorrer su filmografía. Participó en la sobrecogedora Belle Epoque (1992) de Fernando Trueba -segunda película española en conseguir el Oscar a mejor film extranjero- y protagonizó La niña de tus ojos (1998), por la que ganó el Goya.

Por su puesto, no debemos olvidar su papel en la obra más personal de Amenábar, Abre los ojos (1997); ni que se ha convertido en una de las musas de Almodóvar. Si en Todo sobre mi madre (1999) jugó una dulce interpretación, con Volver (2006) arrancó los reconocimientos de medio mundo. Ante esto, no sé realmente como valorar a Penélope Cruz sin tener en cuenta que ha trabajado con algunos de los directores españoles más importantes y en dos -de las cinco- películas patrias que han ganado un Oscar. Además, con Woody bordó su papel. Sinceramente, si le dan la estatuilla, no entendería que alguien le reprochara lo más mínimo.

La heredada angustia sexual del Mayo francés

Dos hermanos casi antagónicos son los protagonistas de Las particulas elementales (2006), del alemán Oskar Roehler. Con un frágil argumento, el director disecciona la insatisfacción sexual de ambos personajes. Bruno -interpretado por Moritz Bleibtreu, a quien ya vimos en la genial y esperpéntica Corre, Lola, corre (1998)- es un profesor de instituto, racista y fracasado, que cree que el fornicar con todo aquello que se le ponga por delante es el mejor camino para acabar con su infelicidad. Por su parte, Michael -Christian Ulmer- es un reprimido y cobarde biólogo molecular que, además de seguir enamorado de la misma chica desde el instituto, es incapaz de decirle lo que siente por ella.

La película está basada en la obra homónima de Michel Houellebecq. Mientras que en el libro las referencias a las líneas ideológicas de Mayo del 68 eran explícitas, en el film están tan difusas que el espectador se pierde en ese maremágnum de contención sexual. A pesar de ello y de las entecortadas líneas narrativas, el metraje alcanza una desgarradora sensación de anarquía: la historia deja de importarnos y nos centramos en la evolución psicológica de unos personajes perdidos, que no se atreven a amar lo que desean.

Con estos valores, el film avance por la soledad y arremete contra una envejecida generación de izquierdas, heredera de la ilusionante predisposición social de los años 70, pero hundida por los fracasos de la vida. Con este fin, los actores intentan ahondar en las relaciones personales, augurando un destino impreciso y macabro. Aquí es donde entra la madre de Bruno y Michael. Una hippie que abandó a sus hijos, porque eran el lastre que la anclaba a la cotidianidad diaria y le arrebataba una libertad idealizada. Años después, son ellos los que tienen que comprender que la libertad que su progenitora buscaba no estaba en esos campings nudistas, sino en el trabajo y en el respeto hacia los seres queridos.

Por encima de todo, habría que destacar el papel de Bleibtreu, cargado de matices y contradicciones, y que es la principal guía de la película. Ese hombre responde a la fuerza dramática de un ser angustiado existencialmente, que no consigue encauzar los raíles de su destino y que naufraga en todos los intentos por agarrar las riendas de su vida.


De cómo explicar Star Wars sin haberla visto

Muchos -entre los que me encuentro- han sucumbido a la trama de las clásicas Star Wars (1977, 1980, 1983). Por un lado, he de confesar que me gustan como películas. Algunas de sus escenas, como el rescate de Han Solo de las garras del seboso Jabba el Hutt, rebosan cine de aventuras. Pero me resigné a comprender todos los entresijos de la narración y, por supuesto, a aprender los nombres de todos los personajes. Por ello, si para los que han visto en varias ocasiones la trilogía se hace muy complicado explicarla; imagínense para quien no la ha visualizado nunca. En este video, podemos reirnos con el resumen de cómo se ve La Guerra de las Galaxias desde fuera. Preparen su mejor carcajada:

Tráiler de '3 días'

El que presento ahora es uno de esos casos extraños del cine patrio. La película 3 días (2008) -de Francisco Javier Gutiérrez- es un fenómeno anormal en nuestro país. Su repercusión ha sido limitada, a pesar de la buena aceptación que tuvo entre la crítica y de los cuatro premios que se echó a la espalda en el Festival de Malaga, entre ellos el de mejor película. Un experimento de ciencia ficción que abandona la resabida temática social, más que sobada por los cineastas españoles. Su tráiler inquieta:

Sin agresividad, pero con historia: 'La Ola'

La reflexión intelectual que se quiere abordar en La Ola (2008) se queda muy lejos de la efectividad deseada. Es cierto que su director, Dennis Gansel, parte de una acertada premisa -¿puede volver a haber en Alemania otro sistema político similar al del III Reich?- pero se pierde en los tejemanejes de la narración.

La historia cuenta como un profesor de instituto emprende un proyecto para demostrar que se puede volver a instaurar un régimen autocrático en cualquier sociedad. Para ello alecciona a sus alumnos: deben llamarle "señor", levantarse cuando hablen en el aula, vestir con uniforme, etc. Desgraciadamente, el experimento funciona y los adolescentes terminan por asumir la pérfida dinámica de grupo.

A pesar de toda la puesta en escena, la película se centra demasiado en el conglomerado de superficialidades que emergen de la necesidad de identificación con los demás. Lo que debería haber sido accesorio en el film -la ropa, los actos sociales, etc.- se convierten en el centro del metraje; olvidándose por completo de desarrollar unos personajes estereotipados en exceso. Ni el giro trágico-que llega muy tarde, por cierto- puede hacernos olvidar que durante muchos minutos hemos estado viendo en patallas a individuos simples y poco trabajados: el guaperas, el malote, la reivindicativa, la perdedora o el inadaptado social.

Con todo ello, la pelicula adquiere cierta fuerza dramática al saber que este ensayo educativo fue llevado a cabo en los años 6o en EEUU y que tuvo que suspenderse por unos resultados similares a los que se narran en el film. Desde luego, el carácter didáctico perdurará por años y esta obra puede ser utilizada para enseñar que toda sociedad democrática debe estar alerta ante los avances del totalitarismo. Hasta las conquistas sociales tiene un lado perverso: son tan fáciles de perder como complicadas de lograr.


Experimentando un 'Copy Shop'

La experimentación con numerosos elementos visuales es precisamente lo más atractivo del cortometraje Copy Shop (2001). Esta obra del austriaco Virgil Wildrich consiguió la nominación al Oscar en 2002 y tuvo una gran aceptación por parte de la crítica. Con ocho meses de postproducción a la espalda, narra la historia de un empleado de reprografía; quien un día fotocopia su mano y desencadena la locura de la máquina, que empieza a multiplicar al propio protagonista.

Hasta que la Poppins vuelva por navidad, como el turrón

Ya que hemos conseguido dejar de lado las fiestas y ahora que los turrones y mazapanes empiezan a endurecerse en la vitrina de la sala de estar, es cuando veo adecuado hablar del habitual cine de navidad, que no navideño. En esas fechas suele haber en la televisión tres peliculas que no fallan. Siempre recordamos ¡Qué Bello es vivir! (1946) y sus numerosísimas adaptaciones libres -todas las series y programas, ya sean nacionales o no, han hecho su propia versión-. Por supuesto, Macaulay Culkin vuelve a estar Sólo en casa (1990), rondando por su vecindario el carismático Joe Pesci. Pero si hay una cinta que auna lo mejor de las dos anteriores, lo moralista de la primera y lo divertido de la segunda, esa es Mary Poppins (1964).

La historia es de harto conocida. En el costumbrista y rígido seno de un hogar inglés cualquiera, el Señor Banks -reconocido banquero- tiene que lidiar con la imaginación de sus dos hijos. La niñera, Mary Poppins, será el instrumento que sirva de catalizador a la hora de unir los mundos presentes en este musical: la infancia y madurez. Con excéntricos personajes -entrañables deshollinadores, chiflados pingüinos de cuadro o el despreciable paraguas-, hay ocasiones en las que se desea destrozar a hachazos el sentimentalismo facilón que en ciertos momentos se ostenta a lo largo del metraje. Pero en la mayoría de las casos es la magia la que se apodera del espectador; quien tararea, repite y acompaña los diálogos de los protagonistas.

Porque la ocasión no la desperdicia el aquí jovencísimo Dick Van Dike, quien después nos sorprenderá en la entretenida serie Diagnóstico Asesinato (1993-2001). Y la propia Julie Andrews, cuando recogió el Oscar por su papel de babysitter, ironizó sobre la polémica del momento y le agradeció a Jack Warner -productor de My Fair Lady (1964)- que la hubiera rechazado para el rol principal de dicho film. Su sustituta, Audrey Hepburn, ni siquiera fue nominada.

Si se quiere, desde luego que se puede despreciar esta película, sobretodo si la óptica de la edad nos invade. Es verdad que los bailes son artificiales, las escenas pueden parecer forzadas o incluso algunos personajes ridículos. Pero es que los ojos de los niños son los que tienen que apoderarse de nosotros. Sin ellos estamos perdidos. Aunque -por mucho que nos duela- si algo hay que agradecer a esta película, es haber incorporado a todas las lenguas del mundo un término que aunque suene extravagante, raro y espantoso. Si se dice con soltura sonorá armonioso: Supercalifragilisticoexpialidoso.

A capella suena de película

Está claro que todos conocemos lo suficientemente bien los siguientes títulos: Tiburón (1975), Star Wars (1977), ET (1982), Superman (1978), Indiana Jones (1981, 1984, 1987, 2008) y Jurassic Park (1993). Además, a todos ellos sabríamos ponerle música sin dudar un instante la melodía que acompañaba a sus protagonistas. Es cerrar los ojos y acompasar el ritmo a las imágenes del recuerdo. Pues todos ellos tienen algo en común: su padre o compositor. El genial John Williams sedujo a críticos y público, acompañando el ritmo de muchas vidas. En el siguiente video podemos ver un original homenaje. A capella y con una letra hipnótica, el tributo está servido.

Un sólo 'Día de entrenamiento' basta

La ciudad de Los Ángeles acoge uno de los dias de entrenamiento policial -Training Day (2001)- más espectacular de los últimos años. El protagonista de la cinta, Denzel Washington, interpreta a un policía corrupto y egocéntrico, capaz de venderle unos prismáticos a un ciego. Con su labia y a través de los agotadores diálogos, recorremos los bajos fondos de una ciudad donde nadie es lo que parece. Las escenas se suceden a una velocidad de infarto y a medida que la acción discurre, encontramos la luz a una trama enrevesada por sus propios personajes.

Pero la figura de Denzel es la punta del iceberg: el eco de un filme policial correcto y entretenido. Ethan Hawke será el encargado de añadir el mensaje moral. Entre pandilleros, traficantes y violadores, resurge el joven idealista; quien tendrá que luchar contra sus conflictos interiores para acabar vislumbrando la verdad.

Aunque la trama discurre en menos de veinticuatro horas, la narración consigue enfrentar a los protagonistas con ellos mismos. Es un juego de identidades, de apariencias; donde, entre el olor a podrido del dinero, navega los últimos resquicios éticos de una sociedad que se pierde en su propia basura y miseria.

La historia avanza entre las alcantarillas del poder y de quien lo ostenta. La guerra que aparece en pantalla dibuja una difusa linea entre la legalidad y la corrupción, consiguiendo que el espectador llegue a dudar de si él mismo la cruzaría.

Tráiler de 'Let the right one in'

Con Crepúsculo (2008) se ha reabierto la veda en el cine en cuanto a la temática vampiresca. La cinta americana reinó en cartelera durante varias semanas y el tirón comercial ha llegado a oídos de los que mueven la pasta. Además, ya se ha anunciado que en el 2009 encontraremos más chupasangres, aunque un poco distintos: Lesbian vampire killers. Pero la sorpresa la hallamos en otra cinta del año pasado, que por fin va a ser distribuida en España. Con un tráiler sinceramente espectacular, parece que vamos a poder asistir en las salas a una fantástica sesión de terror. Es el adelanto de Let the Right One In (2008):