José Luis

José Luis, te escribo ahora, semanas después de tu muerte, cuando los periódicos, televisiones y radios ya no pronuncian tu nombre o muestran tu rostro. Te conocí en una bar hace años, en el Madrid más auténtico, en el de los baretos de media tarde donde los viejales acomodan el codo en la barra y cuentan sus aventuras de cuando aún se las gastaban. Allí andabas tú a menudo, solías ir los jueves, como yo. A veces también acudías con Alexandre y Manuel González; incluso hubo días, jueves, en los que a Fernán Gómez le daba por sentarse a tu lado y echarse una whisky sólo con hielo.

Después de verte allí, me dio por preguntarme cómo habías llegado a ese bareto madrileño y rebusqué en tu pasado. Te encontré entonces en La cabina (1972), una película de las que hoy llamaríamos cortometraje. Quizás el primer gran corto del cine español como tal, quizás el primer corto nacional que supo utilizar el moderno lenguaje audiovisual del séptimo arte, el de finales de siglo. Uno de esos pocos filmes que escapó en los 70 de la sensiblería exacerbada y del surrealismo con el que embadurnaban, con brocha gorda, a los estudiantes de cine. Quizás por eso Mercero y Garci aún aguantan el paso de los años.

Seguí ahondando José Luis, continué tachando entradas de tu lista filmográfica. Me enfrenté a El Pisito (1959), El cochecito (1960) y Plácido (1961). Y en fechas señaladas me senté en el sofá, frente al televisor, para pegarme La gran familia (1962) y Sor Citroën (1967). Y te vi de refilón en tus últimas apariciones en la gran pantalla: Torrente 2, misión en Marbella (2001), El oro de Moscú (2003) y Luna de Avellaneda (2004). Pero ahora van, cuando te has ido, y escriben que fue en Mi querida señorita (1971) donde te saliste, donde supiste cambiar de registro y dar una lección en épocas difíciles, de concienciación complicada.

Aunque por mucho que digan, que relaten o cuenten; por mucho que lloren o acompañen tu capilla ardiente; por mucho que hagan, yo te sigo viendo en aquel bar de siempre, en el de cada jueves. En una barra que era de Madrid, pero que podía ser de cualquier parte de España. Tú, José Luis, sigues siendo el mismo que eras la primera vez que te vi: Tú sigues siendo aquel Escabeche, ese que gritaba y reía en La Oficina.

10 comentarios:

Rafus dijo...

Hurras y bravos Chema!

Unknown dijo...

Brindemos por él!!
Una entrada con mucho gusto Chema, sí señor.

Curro dijo...

olé

Unknown dijo...

Chema, acabas de demostrar que para homenajear a alguien no es necesaria tanta parafernalia, lágrimas fingidas o declaraciones de falsas amistades que poco querían saber de él desde hace años.

Como bien has demostrado, con las palabras sobra.

Alejandro Marcos Ortega dijo...

Ya pensaba yo que no ibas a decir nada de él y la verdad es que me daba mucha penilla que el pobr eno tuviera un homenaje tuyo ;)

Jack dijo...

Este actorazo, que lo era, se merece todo homenaje.

Ramiro dijo...

Manha Manhá

Anónimo dijo...

Saludos desde Argentina, llegue acá enlazando sitios y me llama mucho la atencion la cultura cinefica y sus criticas, aunque conozca poco de su cine.
Si les gustan los cortometrajes, acá quedan invitados a mi blog www.sebastianvargas-cine.blogspot.com

Saludos y buen año
Voy a buscar info de cine independiente de su país porque la verdad que las series yankees no me interesas.

SE dijo...

Me encantaba este actor, y como con tantos otros, me quedó la sensación de que no se le terminó de hacer justicia, y que obtuvo menos reconocimientos que otros que no lo merecían tanto.

Pablo dijo...

Extraordinario homenje
como tiene que ser
a tal señor tal honor.

Un fuerte abrazo!!!