Ni Vicky, ni Cristina, ni Barcelona... sólo Penélope Cruz

Cuando comienza Vicky Cristina Barcelona (2008), Woody Allen nos presenta a dos personalidades similares a las que ya había utilizado con las protagonistas de Melinda y Melinda (2004). En este caso, a la explosiva Scarlett Johansson le acompaña la dulce Rebecca Hall. Debido a estas similitudes, el espectador asume que estamos ante algo que ya hemos visto, un film predicible. Ni mucho menos. La cinta absorve las mejores cualidades de un Allen retratista, que se encarga de dotar a Barcelona de un glamour señorial y lujoso.

La luz de las dos divas que parecen encabezar el cartel, las apaga una sorprendente Penélope Cruz. El director norteamericano se encarga de recuperar la parte más sensual de la actriz española, quien ya apuntó su despertar interpretativo con Volver (2006). Esperemos que deje ya de empeñarse en obtener la fama de Hollywood mediante auténticos bodrios taquilleros. Así, son ella, y el ibérico Javier Bardem, quienes terminan por asumir el peso narrativo. No son meros secundarios, sino que los juegos idiomáticos entre ambos -devorando con un ritmo vertiginoso las barreras entre el inglés y el español- se convierten en un arma poderosa para la historia. Imprescindible verla en versión original.

Los inteligentes diálogos no son ya una sorpresa para el público, acostumbrado al genio neoyorkino. Tan poco el costumbrismo y clacisismo con el que sabe dotar a todas sus películas. Ni siquiera los giros del guión son tan imprevisibles como en otras ocasiones. Pero la trama consigue sonsacar la sonrisa -incluso la carcajada- con unos instrumentos pocos utilizados por el director. En este caso, son los protagonistas quienes nos hacen reir con sus interpretaciones, sobretodo cuando ambos actores españoles coinciden en el mismo plano.

De por sí, la banda sonora también tiene su curiosa historia. Los músicos, los catalanes Giulia y los Tellarini, dejaron un CD de su primer disco en el hotel de Woody Allen. Este, tras escuchar los temas, decidió que uno de ellos se convertiría en el hilo conductor del metraje.

Nos encontramos ante una obra excitante y endiablada, pero lejana de la maestría de Match Point (2006). Aunque, como siempre, las dudas morales, el aburguesamiento social y el enfrentamiento entre las vidas queridas y deseadas, se inmiscuyen en el alma de quienes observan la cita anual con la que un genio del cine decide deleitar a su ego y al del resto.

2 comentarios:

Alejandro Marcos Ortega dijo...

Creo sin duda que lo mejor de la película es Penélope Cruz, y eso que no es muy de mi agrado como actriz. Me pareció una película correcta y entretenida, pero no inolvidable. Parece que nos hemos puesto de acuerdo en el director de nuestros visionados hoy...

kei dijo...

no está mal, cualquier diálogo de allen sigue siendo para no perdérselo. y el cambio de mentalidad de rebecca hall también me quedo con eso en lo positivo.
un crimen. me refiero al doblaje. directo al primer puesto de los peores de la historia, desplazando a dani martín y al resplandor.
la única duda es si pe hace de apasionada o de oligofrénica.