Vuelve a sonar Affleck: 'Adios, pequeña, adios'

Una antigua fábula española -andando de por medio Tomás de Iriarte- repite hasta la saciedad la casualidad de que un burro tocara la flauta de manera magistral. Ben Affleck sufría, hasta hace poco, del mismo sintoma. No eran pocos los que acusaban al actor de haber sido tocado por la vara del azar al escribir el guión de El Indomable Will Huntig (1997) y, los mismos, otorgaban a Matt Demon la autoría de la calidad artística que se halla en la cinta.

Para acabar con este desgraciado estigma, Affleck decidió adaptar una novela de Dennis Lehane, originándose así la semilla de Adiós, pequeña, adiós (2007). Desde un principio debía saber las llagas que le podía generar esta decisión, debido a que Clint Eastwood ya filmó en su día una excepcional versión de otra obra del mismo autor: Mystic River (2003). Y aunque el joven cineasta no consigue emular la maestría del gran Harry el Sucio, sí que supera las imperfecciones de toda ópera prima y se adentra en los entresijos de un drama irrespirable.

Acusada de oportunismo -por el caso de Madeleine McCann-, la película es mucho más que una simple recreación del secuestro de una niña. El metraje enfrenta al espectador consigo mismo, juega con la doble moral de toda persona e interpela al público de manera clara: ¿El fin justifica los medios? Los personajes son las piezas de un rompecabezas que la propia narración se encarga de hilar sin matices, conjugando las interpretaciones de los protagonistas.

Los errores que se puedan cometer están en el lado de lo técnico, en ciertas impresiciones fotográficas, porque algunas escenas podrían haber dado mucho más. Pero no se puede criticar el correctísimo guión y los diálogos estremecedores. Además, la cinta tiene algo de tramposa. En varias ocasiones se prevee un final sencillo, sin complicaciones éticas. Pero nada más lejos. La película empieza a alargarse en minutos y todo se dirige hacia un enfrentamiento existencial.


1 comentario:

Alejandro Marcos Ortega dijo...

Quizás el burro sabía, al fin, tocar la flauta...