No me creo que el lobo ahulle de verdad

Después de ver [REC] (2007) - de Jaume Balagueró y Paco Plaza- y El orfanato (2007) -de Juan Antonio Bayona- volví a ilusionarme con el cine de terror. Hacía mucho tiempo que acudía a las salas con cierta reticencia hacia este tipo de películas. Tal vez, porque no disfrutaba con ninguna desde que viera en mi adolescencia El exorcista. El montaje del director (2000), reposición en los cines de la original de 1973. A estas cumbres del género le siguieron mis favoritas en su correspondiente DVD: Los chicos del maíz (1984) o It (1990). Pero ahí se acabó lo bueno y comenzaron las decepciones: primero Reflejos (2008) y ahora Wolf Creek (2005).

Es verdad que esta cinta, de producción australiana y dirigida por Greg McLean, muestra un argumento más sólido que los precedentes a los que recuerda -sobretodo a Hostel (2006) de Eli Roth-, pero la fórmula que emplea no es nada original: la sangre como elemento más representativo. A partir de aquí hay que reconocer que la historia puede llegar a convencer, pero la base del metraje gira en torno a la incomodidad del espectador hacia la violencia injustificada.

La trama narra como tres jóvenes viajeros se quedan tirados en medio del desierto -¡qué raro!, el coche no arranca- y como son recogidos por un amable lugareño, que luego no resulta ser tan agradable. Los personajes rechinan y los diálogos sobran, basicamente porque el efecto que busca la película se fundamenta en una road movie de salvajismo y crueldad.

Aunque se aleja del prototipo de terror adolescente, la intensidad dramática brilla por su ausencia. Las escenas y situaciones no son creíbles, por más que los guionistas se harten de repetir que está basado en hechos reales.


1 comentario:

Alejandro Marcos Ortega dijo...

Las películas en las que se hace apología de la sangre y la violencia por que sí nunca me han gustado y nunca me gustarán.