La complicada sencillez de lo entrañable

Hay películas que se degustan. Son como el mejor manjar de un restaurante de cinco tenedores. Hay que sentarse en la butaca, saborear lentamente sus imágenes y disfrutar de todos los aspectos que ofrece. Aquí es donde entra el maestro Roman Polanski, un genio de lo audiovisual, que maneja las texturas como nadie y sabe dotar a todas sus cintas de una entrañable finalidad moral, más cerca de la fábula escrita que del séptimo arte.

Es entonces cuando nos acercamos a Oliver Twist (2005), un relato infantil con la suficiente carga dramática para un adulto y la necesaria dulzura infantil. Con una estructura clásica y una necesaria condensación de contenidos -en relación al texto original de Charles Dickens-, el cineasta consigue crear una historia independiente y creíble, tan verosímil que sus personajes forman una trama coral espléndida en lo narrativo.

Los protagonistas se dejan querer y odiar de una manera sencilla, sin trabas, tan fácil como en los cuentos infantiles. El metraje consigue adentrar al público en un mundo guíado por la inocencia de los ojos más pequeños, contrastado siempre con la avaricia de los malvados y supervisado por la constante presencia de la bondad de los héroes -que alguno queda-.

Esta pieza tiene un carácter atemporal perfecto, alejado de prejuicios injustos. Con una fotografía cuidada, rozando la perfeccion, y un montaje dinámico. Es para sentarse, agarrar el bol de palomitas y disfrutar de la difícil sencillez que algunas películas trasmiten.

2 comentarios:

Curro dijo...

¡Felicidades Chemari!
Un abrazo desde Juan Álvarez 69.


Yo sólo he visto la antigua en el colegio, y me pareció un poco tostón. Espero que ésta tenga más dinamismo.

Alejandro Marcos Ortega dijo...

Y la iba a haber visto (esta frase tiene que estar mal a la fuerza) cuando la estrenron, pero leí una mala crítica y me la desaconsejaron un par de amigos y al final me rajé. Me lo tendré que volver a plantear, aunque sea por poder decir algo de mi ropia opinión...