¿Segundas partes?, 'Indiana Jones y el templo maldito'

Corría el año 1984 y a Hollywood ya no le hacían falta superhéroes de capa y antifaz. De hecho, más bien le sobraban tras la decepcionante y decadente Superman III (1983). Los 80 fue la década de la acción más desternillante, esa mezcla de humor y golpes a ritmo de rock and roll que alcanzó su cumbre más alta con Jungla de Cristal (1988) y Superdetective en Hollywood (1984). Pero nada de ello se entendería sin la perspicaz imaginación de Steven Spielberg. Tras El arca perdida (1981), llegaba a la gran pantalla la segunda entrega de Indiana Jones. Así, El templo maldito (1984) se convirtió en la predecesora perfecta de La última cruzada (1989) -y mejor dejar de lado El reino de la calavera de cristal (2008)-.

La segunda entrega del Doctor Jones no permite el más mínimo respiro al espectador. El ritmo con el que director dota a la cinta es frenético, apabullante. Saltamos de Shangai -y una pelea con los gángsters de la ciudad- a la India, donde Tapon y Willie (benditos secundarios) ponen la mano, el pie o el culo donde no deben. Entre idas y venidas, persecuciones y tiros, se construye una cinta erguida sobre personajes divertidos e infantiles, que reinstauran los miedos, fobias y filias del público.

Llegamos entonces a la escena que revaloriza una película, a esa persecución trepidante en los carricoches de la mina. En ese preciso momento es cuando los estereotipos se disipan y el espectador se entrega a la acción que se muestra en la gran pantalla, a esa velocidad que provoca saltos en el sillón, que acrecienta el ansia de comer palomitas y que te deja con un deseo irrefrenable de que todo empiece otra vez, para ver como los malos reciben hostias hasta en el cielo de la boca.

Y hace también aparición ese humor tan gráfico, para todos los públicos, fino e inteligente; que coordina excepcionalmente con lo que es una espléndida demostración de la esencia del cine de aventuras, del entretenimiento alzado a los altares del arte.

1 comentario:

Alejandro Marcos Ortega dijo...

Y de repente llega El reino de la calavera de cristal y descubres que a veces las segudnas partes si son malas... jejeje